El comercio de lácteos fue un tema muy polémico en las negociaciones del TPP —situación que, según los informes, se mantuvo hasta el final de las negociaciones. Ahora que el acuerdo fue firmado, Washington afirma que la industria agrícola de Estados Unidos es “la gran ganadora” en el TPP, ya que no sólo se espera que crezcan significativamente las exportaciones estadounidenses de lácteos, sino también las de carne vacuna y cerdo.
Más allá de los aranceles y las cuotas, se espera que crezcan los mercados para algunas compañías de agronegocios y sus inversionistas debido a la dilución de las regulaciones sobre sanidad alimentaria y las leyes de etiquetado, como resultado de estos nuevos acuerdos.
Ésta es una preocupación importante para los agricultores y consumidores en un número importante de países cuyos gobiernos están negociando. Por desgracia, pese a las declaraciones de los líderes políticos de que nada cambiará, muchos de los cambios regulatorios que son impulsados por los gigantes de los agronegocios implican disminuir los estándares para los productos químicos, abrir los mercados a la carne clonada o a alimentos modificados genéticamente y disminuir las barreras relacionadas con las enfermedades de las aves (gripe aviar) y la carne vacuna (vacas locas).
Con el TPP, ahora sabemos que el gobierno estadounidense se aseguró el derecho a impugnar los estándares de sanidad alimentaria de otros países y de establecer nuevas normas para la presencia de organismos genéticamente modificados en los alimentos. Esto, seguro, expandirá el alcance de la industria de alimentos de Estados Unidos a nivel global.
- La promoción de la agricultura industrial de exportación en desmedro de los sistemas de agricultura y producción de alimentos locales
La expansión de los mercados para las aves de corral y la leche en polvo de Europa ha sido, desde hace tiempo, un aspecto importante en la agenda de la liberalización de los mercados de la Unión Europea, como bien saben los agricultores y los pequeños ganaderos de África, que se han estado movilizando desde hace años para detener el comercio desleal de pollos y excedentes lácteos, altamente subsidiados, provenientes de Europa.
Estas luchas están cada vez más conectadas con el cambio climático. La producción industrial de aves de corral, después de todo, es una importante fuente de emisiones de gases con efecto de invernadero. Los pollos Broiler, que son criados por su carne, producen siete veces más emisiones de GEI que las aves criadas de forma doméstica. Y las gallinas ponedoras, que son criadas por sus huevos, producen cuatro veces más.
El consumo de pollos está aumentando en muchos países debido a que es una carne de bajo costo y, en consecuencia, se espera que el comercio global de aves de corral aumente. Todo este comercio se origina en las granjas avícolas industriales, que provocan mayores emisiones que la crianza casera (o a pequeña escala) de aves. Las granjas avícolas de Brasil y Estados Unidos están entre las primeras de la lista de destructoras del clima, lo que es principalmente atribuido a su dependencia de la soja (o soya).
Aun en China, donde las exportaciones son sólo una pequeña fracción de la producción del país, los acuerdos comerciales impulsan un aumento de las importaciones de materias primas para producir piensos (alimento animal), lo que favorece a los criaderos industriales que se construyen con crecientes niveles de inversión extranjera.
Más allá de las aves de corral, actualmente los expertos dicen que, en los próximos diez años, el mayor consumo global de carne hará que las emisiones totales de gases con efecto de invernadero aumenten independientemente de la mayor eficiencia en la conversión de forraje a carne en los sistemas de producción industrial.