Por GRAIN, 25 de enero de 2016
Las negociaciones sobre el clima de diciembre de este año en París, son consideradas la última oportunidad para que los gobiernos del mundo se comprometan de modo vinculante con objetivos que pudieran detener nuestra marcha hacia la catástrofe. Pero en la cuenta regresiva hacia París, muchos de estos mismos gobiernos ya firmaron o están impulsando una serie de ambiciosos tratados comerciales e inversión que inviabilizarán las medidas que se podrían tomar para enfrentar el cambio climático.
Lo que sabemos hasta el momento acerca de estos acuerdos, a partir de los pocos documentos que se han filtrado de las negociaciones secretas, es que originarán una mayor producción, más comercio y más consumo de combustibles fósiles —en un momento donde existe consenso sobre la necesidad de reducir todo ello.
En particular, se espera que el Acuerdo Económico y Comercial Global entre la Unión Europea y Canadá y la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos, se traduzcan en una mayor dependencia de la Unión Europea hacia los combustibles fósiles importados desde América del Norte, así como en una reducción del espacio político necesario para promover economías de bajas emisiones de carbono y energías renovables.
Por otro lado, se espera que el Acuerdo Estratégico Trans Pacífico de Asociación Económica (conocido como TPP), un mega pacto en que participan 14 países de Asia y de América y que fue concluido a comienzos de este mes, resulte en más exportaciones desde los Estados Unidos hacia los países de la Cuenca del Pacífico. Los nuevos acuerdos también incorporarán las disposiciones de resolución de conflictos, entre los inversionistas y el Estado, que las empresas ya están usando mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), para revertir las moratorias sobre el fracking (o explotación mediante fractura hidráulica) de yacimientos de gas y otras medidas ambientales implementadas por los gobiernos.
Menos aún se ha dicho acerca de cómo afectarán nuestro clima las disposiciones sobre producción de alimentos y agricultura incluidas en estos acuerdos. Pero la pregunta es de extrema importancia, porque la producción de alimentos y la agricultura tienen un enorme impacto sobre el cambio climático.
De la deforestación al uso de fertilizantes y de las granjas industriales a las estanterías de los supermercados, producir, transportar, consumir y desechar alimentos, produce cerca de la mitad de todas las emisiones de gases con efecto de invernadero. Debido a que la creación de nuevos canales para el flujo de bienes agrícolas y el cambio de los regímenes regulatorios y de inversión para el agronegocio y la industria alimentaria tienen alta prioridad en los acuerdos actuales, sin lugar a dudas habrá un impacto sobre el cambio climático —y muy posiblemente negativo, a menos que hagamos algo.
Consideramos que existen siete formas mediante las que la producción de alimentos y la agricultura, como componentes de los actuales acuerdos comerciales y de inversión, harán que empeore la crisis climática.
- Aumentar la producción, comercio y consumo de alimentos que emiten grandes cantidades de gases con efecto de invernadero.
Los acuerdos comerciales, se dice, están hechos para aumentar el comercio. Esto incluye el comercio de alimentos.
Los alimentos que contribuyen mayormente al cambio climático son: carnes rojas (las peores: vacuno, ovino y cerdos), lácteos (los peores: mantequilla y queso, seguido por leche y huevos), pescado (los peores: captura industrial directa y piscicultura industrial), aves, aceite de palma y alimentos altamente procesados (los peores: aquellos transportados por vía aérea).
Por supuesto, éstas son generalizaciones. Hay muchos estudios que tratan de medir en forma precisa las emisiones de GHG generadas por distintos alimentos, dependiendo de dónde y cómo son producidos.
En términos de producción agrícola, la carne y los lácteos son los principales contribuyentes al cambio climático. Solamente el 11% de toda la carne producida se comercializa internacionalmente, pero a nivel global, la producción y consumo de carne tienen una proyección de crecimiento de 17% para el 2024 y, en definitiva, una duplicación para el 2050.
Se espera que el aumento del comercio juegue un papel en este crecimiento y parte de éste se originará a partir de los acuerdos comerciales más recientes, lo cual podría cambiar bastante la dinámica actual del comercio de la carne. Por supuesto, no podemos predecir cuánto aumentará el comercio y el consumo como resultado directo de estos acuerdos, pero se espera que las disminuciones de aranceles y los estándares más bajos, lleven a un aumento de la oferta y, por consiguiente, también del consumo en los países importadores. Eso, después de todo, es lo que los grupos de cabildeo de las empresas intentan lograr.
Tomemos, por ejemplo, el TTIP. La firma del tratado hará que el mercado europeo se abra a la carne estadounidense, la de alta y la de baja calidad. (Las cuotas para carne libre de hormonas aumentarán, mientras que las restricciones sanitarias disminuirán.) La carne europea de calidad no podrá ser capaz de competir, produciendo un desplazamiento de la producción hacia los Estados Unidos. Bajo el CETA, Canadá enviará más cerdo, carne y lácteos a Europa, mientras que la Unión Europea exportará más queso a Canadá.
Se espera que el reciente acuerdo de libre comercio concluido entre China y Australia (ChAFTA), tenga un importante papel en el aumento de la producción de lácteos y el comercio en la región Asia-Pacífico. China importa cerca del 20% de su consumo de productos lácteos y estas importaciones crecen constantes.
Hasta ahora, debido al acuerdo comercial entre China y Nueva Zelandia, esta última dominaba el abastecimiento extranjero de lácteos de China. Ahora se espera que Australia se apodere de parte de este mercado. Al mismo tiempo, las propias empresas chinas invierten con fuerza en la producción de lácteos en Australia, para exportarla de vuelta a China. También expanden su base de producción de carne en Nueva Zelandia, con el mismo fin.
Las crecientes importaciones de carne a China, que ahora se permiten sólo desde un puñado de países, crecieron un 18% en la primera mitad de 2015. Actualmente Australia da cuenta de cerca de la mitad de ese mercado debido al ChAFTA. Gracias al acuerdo entre China y Nueva Zelandia, China es el mayor comprador del cordero neozelandés y el segundo mayor comprador de carne vacuna de Nueva Zelandia.