Sólo 5 empresas controlan el mercado de transgénicos en el mundo y de estas, la Compañía Monsanto tiene más del 90% del mercado de las plantas transgénicas; las otras cuatro empresas son Aventis, Syngenta (antes Novartis), BASF, DuPont y Dow. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales que se venden en el mundo.
La mayoría de los transgénicos están diseñados para que tengan que utilizar los agroquímicos de la misma empresa que los produce. Así venden transgénicos y agroquímicos, todo en el mismo paquete. Esto es un negocio redondo.
Todo ello deriva en un modelo de dependencia: las empresas transnacionales de los agronegocios como Monsanto buscan generar lazos de dependencia con agricultores y campesinos. La idea es que la venta de la semilla, para que obtenga el mejor resultado, venga acompañada de todo un paquete tecnológico, que, claro está, lo vende la misma empresa. El objetivo es obligar a la gente a consumir lo que ellos producen.
De este modo, en una era donde la agricultura ha devenido en agronegocio, cabe preguntarnos: ¿Por qué estamos permitiendo que las decisiones fundamentales acerca de nuestra tierra y alimentos no sean tomadas por los agricultores, ni siquiera por los propios gobiernos, sino por transnacionales como Monsanto? ¿Por qué dejamos la decisión acerca de qué sembrar, cómo, y a quién venderlo en manos de las empresas?
La Soberanía Alimentaria, derecho fundamental de nuestros pueblos
El argumento principal de la Compañía Monsanto para inundarnos de transgénicos es que logrando una mayor producción de alimentos se va a acabar el hambre en el mundo. Sin embargo, el problema de hambre no se debe a la falta de producción de alimentos sino a la distribución inequitativa y la falta de acceso a ellos. A pesar de que en el mundo hay suficientes alimentos para todos y todas, la cifra total de personas que sufren hambre es de aproximadamente 852 millones, de estos, 815 millones viven en los países en desarrollo.
La Soberanía Alimentaria es el derecho de todos los pueblos, a controlar y decidir soberanamente sobre toda la red alimenticia, desde la producción hasta el consumo, para poder lograr la autosuficiencia alimentaria. Es el derecho a decidir sobre los propios alimentos, de modo que sean apropiados a las circunstancias exclusivas de un pueblo, en el sentido ecológico, social, económico y cultural.
Para garantizar la soberanía alimentaria, es necesario que haya una promoción y recuperación de las prácticas y tecnologías tradicionales, que aseguren la conservación de la biodiversidad y la protección de la producción local y nacional.