Vietnam: Armas químicas
En los años 60 y principios de los 70, Monsanto contribuyó a la contaminación, muerte y enfermedad de millones de vietnamitas durante la guerra entre Vietnam y los Estados Unidos. En esa época se rociaron 80 millones de litros de herbicidas (químicos) sobre Vietnam, en una superficie aproximada de 1.5 millones de hectáreas para despejar los bosques y facilitar los bombardeos a la población. Entre los productos que se rociaron estaba el Agente Naranja, un poderoso defoliante, ¿quién fue el responsable de su fabricación? Monsanto. Estos químicos destruyeron bosques, campos de arroz, cosechas enteras, envenenaron las aguas y provocaron graves daños al medio ambiente, además de envenenar a la población y provocar enfermedades como cáncer y defectos de nacimiento. Treinta años después, aún hay casos de niños que nacen con deformidades provocadas por el contacto de las madres con estas sustancias.
No sólo la población de Vietnam resultó afectada por estos químicos, también los soldados Estadounidenses que estuvieron expuestos al Agente Naranja tuvieron problemas, algunos presentaron después de algunos años, cáncer en la piel y algunos tipos de tumores cancerígenos.
La privatización de la vida
En los últimos años, la compañía química Monsanto, ha dado un paso más al convertirse en una empresa agrícola. Ahora, es la principal productora de semillas y controla gran parte del sistema agroalimentario. Este consiste en una estructura de redes a nivel mundial, que implica el uso de insumos, la producción, el procesamiento y el mercadeo de bienes agroalimentarios. Todo ello deriva en una cadena de agronegocios, hoy dominada y dirigida por grandes empresas transnacionales. Lo que buscan las compañías como Monsanto es tener el control total del sistema agroalimentario en el mundo. Actualmente, este sistema es monopolizado por unas cuantas empresas, entre las que destacan Monsanto, Cargill, Nestlé, Unilever y ConAgra. Esto trae fuertes implicaciones para las economías de los países, modificando sus paisajes, sus comunidades rurales y hasta los hábitos alimenticios de sus sociedades.
No conforme con lo anterior, quiere controlar también el agua, que es un elemento esencial para la vida, pero también un recurso indispensable para la producción agrícola. Así, con el control de las semillas y del agua en el mundo, la empresa se asegura la producción completa de la cadena alimenticia.