En una era donde todo parece globalizarse, la alimentación de un pueblo es y seguirá siendo una cuestión local, vinculada a su cultura, su identidad y sus modos de producción.
Vivimos bajo un sistema donde el alimento ha devenido mercancía y las empresas como Monsanto han rebasado el límite de su ambición queriendo privatizar hasta la vida misma. Hoy en día, la alimentación se ha convertido en un arma peligrosa que las grandes potencias económicas y sus transnacionales están utilizando para tener bajo control a pueblos y naciones.