Maíz transgénico, ¿quién lo necesita?
Existe evidencia científica de que los cultivos transgénicos comercializados en el mundo hasta hoy no han aumentado el rendimiento en el maíz. No está suficientemente demostrado que el consumo humano de maíz genéticamente modificado no sea perjudicial para la salud. Estados Unidos y Europa no autorizan la presencia de transgénicos en el trigo que es su cereal básico. Sin embargo lo permiten en el maíz, que ellos no consumen directamente y lo consideran alimento para animales, pero que es base de la alimentación de los mexicanos.
Los estudios tomados por México para autorizar el consumo humano de maíz transgénico fueron elaborados en base al consumo estadounidense, totalmente diferente al mexicano. Ellos comen maíz indirectamente (en carne de animales alimentados con este grano) o con una alta industrialización (harinas, aceites y derivados). En cambio los mexicanos comemos maíz de forma directa todos los días.
Además, con la llegada de los transgénicos, para el agricultor al principio todo parece prometedor, pero luego, cuando se retiran los subsidios y apoyos, los regalos de las compañías y la fertilidad del suelo, comienzan los cobros de las compañías, los problemas con el suelo, la difícil comercialización, la contaminación de las variedades propias, y la dependencia de las semillas y los agroquímicos, cada vez más caros.
Los transgénicos no son la solución para producir más maíz en México ni son opción para la mayoría de los productores y campesinos mexicanos. Están diseñados para las estructuras productivas norteamericanas, condiciones con las que México no cuenta. Existen diferencias abismales en cuanto a la mecanización, el tipo de suelos, los sistemas de riego, los subsidios, el acceso a créditos, los sistemas de comercialización, etc. Además, existe una gran diferencia, pues para los mexicanos el maíz no es sólo un cultivo, sino que forma parte de su cultura esencial, lo cual no ocurre en Estados.
Los campesinos y organizaciones comunitarias ven al maíz genéticamente modificado como una amenaza directa para la autonomía política, la identidad cultural, la biodiversidad y la soberanía. Existen múltiples alternativas tecnológicas a nivel nacional para mejorar y aumentar la productividad del maíz sin recurrir a la riesgosa tecnología transgénica. ¿Tiene sentido arriesgar nuestra enorme diversidad y riqueza económica y cultural en beneficio de unas pocas transnacionales?