El caso del Dr. Seralini, biólogo molecular de la Universidad de Caen en Francia, es muy importante porque es de los pocos estudios que se han hecho a largo plazo (24 meses). Él investigó sobre el maíz modificado genéticamente producido por Monsanto y los efectos del herbicida Roundup en diferentes dosis. Los hallazgos de su estudio demostraron serios efectos tóxicos en hígado y riñones y un aumento en el crecimiento de tumores.
En resumen, los signos de toxicidad que reportaba el estudio de Monsanto a los 90 días y que la European Food Safety Authority (EFSA) determinó como “biológicamente no significativos”, se convirtieron en serios daños a los órganos, cáncer y muerte prematura a los 24 meses en la investigación de Seralini. Su estudio fue publicado en la revista científica Food and Chemical Toxicology en el 2012, pero luego de casi un año, la junta editora de la revista decidió eliminar o “retracted” el estudio. La razón que dio la revista para tal acción es que el estudio no era “concluyente”.
Esta acción de la revista conmocionó a gran parte de la comunidad científica sobre todo porque el código de ética por el que se rigen las revistas científicas NO da como motivo para retirar un estudio el que no sea “concluyente”. Es importante aclarar que el estudio no se eliminó por información falsa, problemas de metodología, estadísticos o éticos como señalan los activistas a favor de los GMO. De igual modo, es necesario recalcar que la cantidad de ratas utilizadas en el estudio del Dr. Seralini era la misma cantidad que utilizó Monsanto en su investigación. Además, Seralini utilizó el mismo tipo de ratas del estudio de Monsanto.
De hecho, tanto el tipo de ratas como la cantidad son parte del protocolo aceptado en estudios de toxicología como era la investigación de Seralini. Es importante aclarar que el estudio del Dr. Seralini no era una investigación de cáncer que sí requería una muestra mayor u otro tipo de ratas. Este punto en particular ha sido utilizado por las personas que están a favor de los GMO con el propósito de confundir y restarle credibilidad e importancia a los hallazgos de esta seria investigación.
De todos modos, es necesario dejar saber que al fin y al cabo salió a relucir que la decisión de la revista de retractar el estudio ocurrió luego que un empleado de Monsanto, el Sr. Richard Goodman, llegara a la Junta Editora como Editor Asociado. La investigación del Dr. Seralini fue luego publicada en una revista científica “peer review”, Enviromental Sciences Europe, luego de tres rondas de estrictas revisiones.
Son muchos los científicos y distintas personas de la comunidad (artistas, educadores, agricultores y de diferentes áreas de la sociedad) que están a favor de la ciencia, pero en contra de los GMO. Apoyan la ciencia, pero solo cuando la misma está al servicio de la salud y el bienestar de las personas. No apoyar una ciencia que favorece los intereses económicos de unas compañía en deterioro a la salud de las personas, los animales y el ambiente, es en modo alguno ser una persona ”anti-ciencia”.
Más bien se trata de afirmar el elemento ético en la práctica de la ciencia de modo que la misma sea siempre al servicio y en pro del bienestar de todos en la sociedad. Como diría el Dr. Andrés Carrasco, biólogo molecular fallecido hace un año, quien investigó y denunció el daño del glifosato y los GMO: “Nada justifica el silencio cuando se trata de la salud pública”.
Pasemos ahora de forma breve, a discutir estos últimos 4 mitos para poder tener una comprensión amplia del impacto de los alimentos modificados genéticamente.
- Los alimentos modificados genéticamente han sido creados con el interés de resolver el problema del hambre en el mundo. Falso
Aunque la industria de la biotecnología ha planteado por décadas que trabajar con el hambre en el mundo es su razón principal para la creación de la modificación genética de los alimentos, la realidad confirma que esa afirmación no es cierta. El problema del hambre en el mundo es uno complejo que ciertamente no tiene que ver con una actual escasez de alimentos, sino con la distribución y el acceso al mismo. Los cálculos evidencian que verdaderamente se produce suficiente comida para alimentar a la población actual.
De hecho, se estima que una tercera parte de la comida que se produce termina en los zafacones. Sin embargo, el problema no es de producción de alimentos, sino de distribución de la comida. Además, hay que señalar que la mayor parte de los alimentos modificados genéticamente no se utilizan para alimentar a las personas que sufren de hambre, sino para la producción de combustible.
El segundo uso que se le dan a estos alimentos es para alimentar a los animales que luego entran a la industria de las carnes y pescados (reses, cerdos, pescados “farmed” y otros) y para producir la comida de nuestras mascotas (la mayoría son a base de maíz y soya modificada). En tercer lugar se utilizan para la producción de cereales y en la confección de comida procesada que se consume, no en los países pobres, sino en los países de primer mundo que precisamente sufren de serios problemas de obesidad.