Investigación ¿Para quién?
Debemos aclarar que, si bien hay experimentos transgénicos con muchos cultivos, se han sembrado comercialmente principalmente estos cinco: la soya, el maíz, el arroz, el algodón y la colza (o canola). En 2014 se sembraron 180 millones de hectáreas con transgénicos (15), lo que representa el 12% de la agricultura mundial. El 88% de los cultivos siguen libres de transgénicos.
Hasta hace unos 30 años, la mayor parte de la semilla comercializada a nivel mundial pertenecía a productores particulares y a investigadores del sector público. En solo tres décadas, un puñado de empresas ha conseguido apropiarse del 82% del mercado mundial de semillas (1). Las principales son: Monsanto, DuPont, Syngenta, Limagrain, Bayer. La investigación en transgénicos ha sido financiada principalmente por estas empresas, y lógicamente se ha orientado según sus intereses comerciales.
Estas empresas mantienen el mito de que trabajan para beneficio de la humanidad, y para el efecto de vez en cuando financian investigaciones que se pueden publicitar como ejemplos de altruismo. En 2002 por ejemplo hizo fama en la prensa mundial un proyecto de investigación en camote (Ipomoea batatas) transgénico resistente a ataques virales realizado en Kenya con apoyo de Monsanto.
La Dra. Florence Wambugu recorrió el mundo promocionando el nuevo cultivo como una solución al hambre en África. Tres años después, silenciosamente, el proyecto fue cancelado: no solo el nuevo camote era menos resistente, era además menos productivo que algunas de las variedades convencionales.
El ejemplo de la Dra. Wambugu es muy educativo, pues nos muestra la forma de operar de la propaganda que identifica a los transgénicos con el progreso. El nuevo camote aumentaba supuestamente la productividad de 4 a 10 toneladas por hectárea, hecho del que la prensa internacional inmediatamente hizo eco. Luego se supo que una producción de 10 toneladas era normal para muchas variedades en la región.
El camote de la Dra. Wambugu no logró producir ni siquiera eso, tras doce años de investigación, pese a contar con unos seis millones de dólares de financiamiento provenientes de Monsanto, USAID y el Banco Mundial.
Mientras tanto, un equipo de técnicos en Uganda logró crear una nueva variedad de camote, usando técnicas tradicionales, que duplicaba la productividad y era verdaderamente resistente a virus. Y lo logró en pocos años, con reducido financiamiento. (2)
El rol reconocido de las corporaciones es lograr el máximo beneficio económico para sus accionistas, de forma directa e inmediata. El altruismo es contraproducente para ese fin, por ello no podemos esperar que las grandes empresas inviertan seriamente capital en investigaciones que nos beneficien.
Los transgénicos son el resultado de la investigación orientada al beneficio de las transnacionales; el sector público nunca habría invertido fondos en desarrollar una tecnología tan costosa, poco efectiva y peligrosa, existiendo opciones más baratas, efectivas y seguras.
Aunque la propaganda de las corporaciones continuamente menciona investigaciones orientadas al bienestar de la población, en la práctica solo dos tipos de tecnología transgénica se han expandido por el mundo: el BT y el RR.
Las plantas con tecnología BT tienen incorporados genes de una bacteria que mata insectos, el Bacillus thuringiensis. Son plantas insecticidas, que afectan a un amplio espectro de invertebrados.
Las plantas con tecnología RR o Roundup Ready, tienen un gen de resistencia al glifosato, uno de los más dañinos herbicidas que se han creado, con impactos en la salud humana y ambiental. La estrategia del cultivo es aplicar el herbicida Roundup, cuyo ingrediente activo es el glifosato; las plantas RR sobreviven, todas las demás mueren.
En México, centro de origen y diversificación constante del maíz, se tuvo una moratoria a la siembra de maíz transgénico de 1997 a 2003. Sin embargo a partir de la emisión de la Ley de Bioseguridad de OGMs (conocida como Ley monsanto) se otorgaron permisos de siembra experimental de maíz transgénico en 2009 y de fase piloto en 2011.
En 2012 Monsanto solicito permiso en fase comercial para sembrar 11 millones de hectáreas de maíz transgénico. Desde septiembre de 2013 la siembra de maíz transgénico esta suspendida por una demanda colectiva interpuesta por un grupo de organizaciones indígenas y campesinas, científicos, ambientalistas, defensores de derechos humanos y artistas; el juicio aun no inicia y ya cuenta con mas de 100 impugnaciones y está en 17 tribunales.
En cuanto a la soya transgénica, el gobierno otorgó en 2012 un permiso para fase comercial de 253,500 hectáreas, esta siembra ha afectado la apicultura de la región pues ha afectado las exportaciones de miel hacia europa; ha propiciado la deforestación, aplicación masiva de plaguicidas, desecamiento de lagunas.