Por Vicky Peláez, Biodiversidad en América Latina y en el Caribe, 2 de enero de 2014
Cuando un lobo se empeña en tener la razón, pobres corderos (Esopo)
“Las posibilidades de poner freno a las intenciones de las multinacionales biotecnológicas de establecer el control corporativo sobre alimentación existen. Sólo se necesita la voluntad de los pueblos de desprenderse del individualismo implantado por el neoliberalismo, y retornar a la premisa de Aristóteles según la cual los humanos somos hombres sociales y políticos y no podemos vivir fuera de la sociedad.”
En vísperas de la celebración del Día Mundial de la Alimentación el 16 de octubre pasado, en más de 500 ciudades de 52 países se realizaron manifestaciones contra Monsanto la tenebrosa transnacional de la biotecnología y de los alimentos genéticamente modificados. Los miles y miles de manifestantes pidieron al mundo boicotear la acción “depredadora” de Monsanto porque ha introducido distintos tipos de transgénicos en el mercado globalizado, que según expertos, son dañinos para la salud humana, representando una amenaza para para “la salud, la fertilidad y la longevidad”.
En realidad, Monsanto no es la única corporación que aspira lograr el monopolio del suministro de alimentos en nuestro planeta. Son varias corporaciones biotecnológicas y agroquímicas que forman el poderoso grupo CropLife America y entre ellas se destacan: Monsanto, DuPont, Dow AgroSciences LLC, Syngenta, Bayer, Basf, Río Tinto, Mendel, Ceres, Evogene. Fue precisamente este grupo que mandó la carta de protesta a la esposa del presidente Obama, Michelle Obama cuando ella plantó su jardín orgánico libre de pesticidas y organismos genéticamente modificados (GMO). Ahora pueden estar tranquilos porque la crisis económica y la reciente paralización temporal del gobierno norteamericano hizo marchitar el jardín de la señora Obama.
En este conjunto Monsato, la multinacional de Biotecnología Química y Agrícola con sede en Creve Coeur, Missouri es la más poderosa de todas en términos políticos, económicos y financieros. Es la más famosa por sus semillas transgénicas y herbecidas como Roundup (RR) a base de glisofato para eliminación de hierbas y arbustos. Actualmente esta corporación que comenzó como una pequeña compañía química en 1901, se transformó en un gigante biotecnológico del Siglo XXI ganando en 2012 13,5 mil millones de dólares. Está operando en 68 países del mundo sembrando semillas GMO en más de 114 millones de hectáreas y de ellas 61 millones en los Estados Unidos. En este país controla el 40 por ciento de las tierras cultivables.
Fue precisamente Monsanto uno de los productores del Agente Naranja que fue rociado masivamente durante la guerra de Vietnam en una operación Ranch Hand entre 1961 a 1971. Según la Cruz Roja vietnamita, un millón de personas quedaron discapacitados y más de 500,000 niños nacieron con defectos por el uso de este defoliante. El Agente Naranja que fue aplicado con el pretexto de proteger vidas de los soldados norteamericanos hizo sus estragos en sus propios soldados quienes en 1984 hicieron una demanda colectiva en el Tribunal del Distrito Este de Nueva York. A pesar de que el Tribunal no encontró culpables, se acordó que las siete compañías productores del Agente Naranja (Monsanto, Diamond Shamrock Corporation, Dow Chemical Company, Hercules Inc., TH Agricultural y Nutrition Company, Thompson Chemical Corporation y Uniroyal Inc.) pagaran 180 millones de dólares a los veteranos estadounidenses de la guerra en Vietnam y a sus familiares. Se calcula que más de 600.000 veteranos norteamericanos fueron afectados por este defoliante y miles de sus hijos nacieron con leucemia.
Pero todo esto pertenece a la historia y ya nadie quiere acordarse de la tragedia de aquella guerra. Hasta el Tribunal Supremo norteamericano declaró en 2004 que las compañías productoras no eran responsables del uso del Agente Naranja. Sin embargo, la realidad que vive el mundo actualmente es mucho más siniestra comparando con el pasado, pues estamos frente a un proceso cuando una corporación multinacional Monsanto aspira apoderarse de la producción y distribución de alimentos en el mundo entero usando su tecnología del GMO. De acuerdo al reciente estudio de la Food and Wáter Watch, el 93 por ciento de los productos de la soya en el mercado norteamericano y el 80 por ciento de los de maíz contienen GMO producidos por Monsanto que tiene más de 1.676 patentes de semillas. Actualmente esta multinacional controla más del 90 por ciento del mercado mundial de semillas transgénicas lo que constituye un monopolio industrial sin precedentes, y un 60 por ciento del mercado global de semillas comerciales.
Este éxito de Monsanto no se debe solamente a su habilidad de crear productos rentables sino a sus conexiones políticas, mediáticas y a su persistente trabajo de cabildeo. Según el Center for Responsive Politics, Monsanto gastó más de 4 mil millones de dólares desde 1990 para las campañas electorales dando apoyo a los políticos para promover sus intereses. La mayoría de sus ejecutivos, de acuerdo a la publicación Global Research, son excongresistas y altos exfuncionarios de diferentes departamentos del gobierno Federal norteamericano. Tiene a su disposición incondicional a los medios de comunicación que día a día están tratando de convencer a la opinión pública de la ventaja del uso productos que contengan GMO. Y para dar solidez a los escribanos a sueldo utiliza estudios favorables de seis universidades estadounidenses subvencionados por la multinacional: Arizona State University, St. Louis University, University of Missouri, Cornell University, Washington University in St. Louis y South Dakota State University.