Resistencia en Malvinas Argentinas (Córdoba)
La resistencia a los transgénicos no sólo parte de los pueblos originarios y de pobladores afectados por las fumigaciones de agro químicos. En la actualidad existe un duro conflicto contra Monsanto por el anuncio de la radicación de una planta de la corporación en Malvinas Argentinas (Córdoba) para procesamiento de semillas de maíz. En momentos que la resistencia de la población de EEUU a Monsanto se radicaliza, la empresa intenta descentralizar sus instalaciones. Según directores de la transnacional la etapa de construcción civil de la planta se finalizaría a fines del 2013 y la faz operativa comenzaría en marzo de 2014. La construcción de la planta se inició sin la aprobación de la licencia ambiental mostrando la complicidad de las autoridades provinciales.
En el lanzamiento de la obra hubo un “escrache” protagonizado por los movimientos sociales de vecinos contrarios a la instalación de la empresa en Malvinas Argentinas. Monsanto en su discurso actual propone “luchar contra la sojización” y sembrar maíz (por supuesto transgénico) que permite la rotación del suelo. Después de liderar las campañas por la siembra directa y el monocultivo de soja, “reconoce” ahora la erosión de los suelos por la soja y que es necesaria la rotación de cultivos. En la defensiva por las múltiples denuncias en su contra, ahora anuncia un plan para reducir el uso de agroquímicos y medidas para controlar las fumigaciones. Ya sabemos cuál es la “prudencia” y las “buenas intenciones” de los inventores del Agente Naranja.
A parte de estas resistencias puntuales -la más importante es la de los indígenas del Pueblo Qom y Wichi- no conozco que se haya desarrollado un gran movimiento nacional contra los transgénicos. Por el contrario los enfrentamientos a la minería a cielo abierto son innumerables, con luchas exitosas como la de Famatina (Rioja) derrotando dos multinacionales que intentaron destruir la economía de la región. En la actualidad la confrontación más importante se desarrolla en Rio Negro, Chubut y en la provincia de Santa Cruz, para impedir el fracking que pretende implantar una sociedad de YPF con Chevron. Sí, leyó bien, la misma Chevron de otros múltiples desastres.
Paraguay
El último censo agropecuario en Paraguay, de 2008, da cuenta de que 85,5% de las tierras están en manos del 2,06% de la población. La Comisión de la Verdad y Justicia (CVJ), que funcionó entre 2003 y 2008 para investigar los casos de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89) también se explayó sobre las irregularidades en relación a la concesión de tierras bajo la dictadura. La CVJ fijó en 6,75 millones las hectáreas adjudicadas ilegalmente durante el régimen (o 67.500 km2, una superficie mayor que Suiza e Israel sumados) y un millón adicional en los siguientes 15 años. Eso supone que 64% de las tierras adjudicadas entre 1954 y 2008 lo fueron irregularmente. En total, las llamadas tierras “mal habidas” suman 33% de la superficie agrícola paraguaya y 19% del territorio nacional, dictaminó la CVJ /19.
“En los últimos 50 años Paraguay perdió el 90% de sus bosques, que equivale a la extinción de casi la totalidad de los recursos forestales a causa de la deforestación”…”De las ocho millones de hectáreas que corresponden al Bosque Atlántico de Alto Paraná, en la Región Oriental, solo quedan cerca de 1.100.000 h., las cuales se aprecian como pequeñas manchas captadas por satélite.”/20 La deforestación se realizó por parte de empresas para comercializar la madera, y para extender la frontera de la producción agropecuaria. Pero en la última década se aceleró por la expansión de los plantíos de transgénicos. En especial la soja que ha pasado a ser el mayor rubro de exportación del país en los últimos años.
Según información de la Cámara Paraguaya de exportadores de Cereales y Oleaginosas (CAPECO) la cosecha de soja de la zafra 2012-2013 alcanzó una cifra record de 9,3 millones de toneladas. Esta cantidad duplica la campaña de la zafra 2011-2012 que alcanzó solo 4,3 millones de toneladas. El área de cultivo aumentó a 3,15 millones de hectáreas o 31 mil 500 km2. Una superficie mayor que la extensión de Bélgica. La baja producción de la zafra anterior se debió a una prolongada sequía que afectó los plantíos y que redujo el rendimiento promedio por hectárea a la mitad.
Los brasiguayos /21 dueños de Vetro S.A., del grupo Favero /22 en el Departamento San Pedro, Paraguay, invadieron la tierra de la comunidad guaraní Yrybucuá para plantar soja, le arrasaron los bosques arrancando las palmeras, los frutales y las arboledas que les daban sombra, dejándolos sin frutas y sin leña. Les envenenaron el río Sadio con glifosato privándolos de los peces que los alimentaban y del agua potable para ellos y sus animales. Historias como ésta son innumerables en los departamentos fronterizos con Brasil. Estos empresarios “brasiguayos” apoyados por la bancada ruralista del Congreso brasileño apuntalaron el golpe del senado paraguayo contra Fernando Lugo. En Paraguay la cuarta parte de las tierras está en manos foráneas. Si bien los “brasiguayos” son la punta de lanza de la ofensiva, los uruguayos no se quedan atrás. Han invadido el chaco paraguayo para la cría de ganado: 2 millones de hectáreas pertenecen a inversores uruguayos. Eso implica el desmonte del 50% de dicha extensión, que es lo que permiten la “leyes ambientales” del país. Es decir desmatar 1 millón de hectáreas, 10.000 km2 de un territorio de donde la etnia guaraní retira su sustento.
Según las organizaciones sociales y ambientalistas, el cultivo extendido de OGMs en Paraguay ha tenido como resultado: la desintegración de muchas organizaciones campesinas; la migración y el desarraigo de las poblaciones campesinas e indígenas y su paso a engrosar los cinturones de pobreza de los centros urbanos; el cierre de las escuelas en los periodos de fumigación de cultivos extensivos cercanos; varios casos de intoxicación y muerte por plaguicidas denunciados por Vía Campesina Paraguay; la canalización de ingresos por la exportación hacia un reducido círculo relacionado con la agroindustria y la élite política-gubernamental; la destrucción masiva de bosques y la pérdida de biodiversidad; la fragmentación de hábitats importantes para especies animales y de plantas y la contaminación con agroquímicos de suelos y agua. Una dominante de acontecimientos que se repiten en todo el enclave sojero Sudamericano.