Brasil es el segundo mayor productor de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs), casi empatado y a punto de pasar a EEUU. Tomando el conjunto de las plantaciones de semillas transgénicas, éstas ocupan en Brasil 37,1 millones de hectáreas o 371 mil Km2, un territorio 20 mil Km2 mayor que el de Alemania. En Brasil la extensión de los plantíos transgénicos representa más del 50% del territorio destinado a actividades agrícolas en el país /6. Y la mayor variedad de semillas transgénicas pertenece a la soja. Para la zafra 2012-13 casi 90% de los cultivos de soja son de OGMs. Para los plantíos de maíz este porcentaje es del 75% con semillas transgénicas. Como demostración contraria al mito de que los OGMs reducirían la utilización de los pesticidas, Brasil se ha tornado desde 2009 en el mayor consumidor mundial de agro-tóxicos /7. Una grave amenaza para la salud de su población.
A principios de mayo de 2013 un avión agrícola fumigó con insecticida una escuela localizada en un asentamiento rural del municipio de Rio Verde, en Goiás. 38 personas que realizaban la merienda al aire libre fueron intoxicadas, 36 eran niños. En total había en ese momento en la escuela 122 niños, decenas de ellos comenzaron a presentar picazón, nauseas y dolor de cabeza y fueron llevados al hospital. Hasta ahora siguen en control sanitario. Esta no es la primera vez que accidentes de este tipo acontecen en regiones de intensa producción agrícola con sistema de monocultivo. Son recurrentes los relatos de pulverizaciones “no intencionales” de huertas, plantíos, frutales, residencias y mismo villas y ciudades. La pulverización aérea de agro-tóxicos -que puede ser trasladada por los vientos a zonas lejanas a los plantíos- no está prohibida en Brasil. Cuando los ejecutivos de Monsanto se refieren a Sudamérica como una región con “sistema regulatorio” de OGMs, en realidad se refieren a un sistema permisivo que admite la peores aberraciones en la siembra de monocultivos y que no ampara la salud de sus pobladores.
“Sistema regulatorio” de los OGMs
Respecto a la existencia en Brasil de un “sistema regulatorio” de los OGMs, tema que tanto preocupa a Monsanto y sus compinches corporativos, recordemos que en Brasil en marzo de 2005 fue creada la Ley de Bioseguridad que permite el uso de organismos transgénicos sin que sean realizados estudios de impacto al medio ambiente o a la salud. La ley también creó la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (Comissão Técnica Nacional de Biossegurança) más conocida como CTNBio, responsable por toda la regulación del sector de biotecnología brasileño. La CTNBio es la que analiza y autoriza la liberación comercial de organismos genéticamente modificados. Las aprobaciones de nuevas semillas transgénicas lleva implícito y presiona por la aprobación de los pesticidas conexos a dichas semillas, que corresponde al ámbito de la gerencia de toxicología de la Agencia de Vigilancia Sanitaria (ANVISA).
La CTNBio está en el ámbito del Ministerio de Ciencia y Tecnología y está compuesta por 27 integrantes, todos con doctorado universitario. De esos 27 miembros 12 representan al campo académico y son indicados por la Academia Brasileña de Ciencias: todos técnicos del área de la biotecnología, 9 representan los ministerios y los 6 restantes son representantes de la sociedad civil. Apenas 14 votos -mayoría simple- son necesarios para la liberación comercial de cualquier producto transgénico, sin ninguna clase de experimentación sobre las consecuencias de esta biotecnología. Los 12 bio-tecnólogos votan las liberaciones con el brazo enyesado, a los que se suman los representantes del ministerio de Agricultura, y de Ciencia y Tecnología completando la mayoría fija. El organismo es una farsa “democrática” y las resoluciones se toman por sistemático “abuso de mayoría”. Esta composición que fue diseñada ex profeso aísla no solo a los representantes de la sociedad civil, como también a los ministerios de Medio Ambiente, Salud, y Desarrollo Agrario/8. Al tiempo que se creaba el CTNBio la ley creó un Consejo Nacional de Bioseguridad que debía actuar como instancia superior gubernamental. Nunca funcionó, facilitando las aprobaciones al agro-negocio transgénico.
De cómo se despliega la escalada de guerra química
Los OGMs tuvieron en su inicio una modificación genética bautizada como Roundup Ready (RR), -lanzada por Monsanto en 1996- que tornaba a las semillas capaces de sobrevivir al pesticida glifosato. El plantío directo se realizaba sin desmatar y se fumigaba con glifosato la totalidad del plantío para matar todo lo que no fuera la planta transgénica. En Brasil, el transgénico RR está presente en 90% de la soja y en por lo menos el 75% del maíz. Hasta ahora esta tecnología era dominante, pero el problema es que el glifosato, que facilitó el control de las mal llamadas “hierbas dañinas”/9 en el campo, se viene tornando cada vez menos eficaz después de años de uso indiscriminado. La tales “hierbas dañinas” van adquiriendo resistencia a los herbicidas y lo mismo pasa con los insectos que se hacen inmunes a insecticidas cada vez más peligrosos.
Debido a estas prácticas inadecuadas en los monocultivos, creció, por ejemplo, la incidencia de la lagarta Helicoverpa armígera, que tiene una estructura compleja y una alta capacidad de adaptación. En la agricultura familiar se pueden desenvolver los predadores naturales que combaten esa lagarta. No así en los extensos monocultivos que cada vez exigen fumigaciones con venenos más letales y semillas que los resistan.
Frente a este escenario compañías como Dow, Bayer CropScience, Syngenta y la propia Monsanto invierten montañas de dólares en busca de semillas y pesticidas capaces de suceder al Round Ready