La diversidad de formas de vida y la relación del agua con la vida de la selva y con la atmósfera son características de la Amazonía. Así es como genera el “río aéreo ” sobre el bosque, un río que, llevado por los vientos, humedece y garantiza lluvias y agua en muchas otras regiones. En relación con el Cerrado, ella devuelve parte de las aguas que ese bioma ofreció a ella. Pero a la región de la Mata Atlántica del sureste brasileño, le ofrece graciosa y generosamente lluvias que la mantienen fértil.
Basta de agredir el seno de la tierra amazónica para retirar de ella falsa riqueza en forma de minerales, petróleo, gas; solo hacer algo de eso cuando realmente sea necesario para una vida humana digna, actuando con el máximo cuidado y cariño, respetando las áreas sagradas de los pueblos y las reservas ambientales.
Plantar árboles en las áreas deforestadas, y no con eucaliptos o pinos, sino con árboles típicos de la Amazonía.
¿Por qué ser y actuar de esta manera?
Las noticias sobre los fenómenos meteorológicos en todo el planeta son motivo de alarma y preocupación para todas las personas. La propia Amazonía y sus pueblos están sintiendo que el calor aumenta cada vez más y que las crecidas de los ríos están dejando de ser normales. Ya sienten las consecuencias de dos grandes sequías, en 2005 y 2010, con sufrimientos humanos y animales, pero también con la muerte de innumerables árboles de la selva. Y esto seguido por inundaciones muy por encima de los índices tradicionales, causando desastres socioambientales.
En Brasil, la crisis hídrica que afecta la vida de millones de personas en São Paulo y en toda la región sureste está causando preocupaciones y búsqueda de entendimiento. Pero, ¿por qué esta región tradicionalmente húmeda y bien servida de agua, llegó a esta crisis hídrica?
En busca de respuestas, aparecen responsabilidades diferenciadas: el desperdicio de más del 30% del agua vendida por las empresas de tratamiento y distribución en las ciudades; el abuso del agronegocio, que gasta el 70% del agua dulce disponible con tecnologías de riego inadecuadas; los privilegios de grandes empresas y el abandono y descuido de los barrios donde viven los pobres.
En otras palabras, la crisis es el resultado de la falta de una política pública que cuide y garantice agua de calidad para todas las personas. El agua es bien común y derecho de todas las personas y demás seres vivos, y no mercancía.
Sin embargo, la reflexión reveló otros procesos generadores de la crisis. La existencia del “río aéreo” formado en la Amazonía con su selva, ríos, humedad y calor, llevó a la ilusión de que la deforestación casi completa de la Mata Atlántica no tenía nada que ver con el clima de la región.
Pero el creciente desequilibrio ya existente en la Amazonía está disminuyendo el río aéreo y, por lo tanto, la posibilidad de que parte de él sea enviado al sureste brasileño para garantizar lluvias, aguas para los embalses y humedad. Es ahora que se revela el peso de la falta de la Mata Atlántica, que un estudioso definió un “ahorro”[4]: cuando disminuye el ingreso, la vida se mantiene con los ahorros; en el caso del agua, la falta de “ahorros” adquiere ahora la forma de crisis y amenaza de tragedia.
Hablando francamente, las variadas crisis y amenazas a la vida provocadas por el cambio climático exigen que no se repita en la Amazonía lo que se hizo con la Mata Atlántica y el Cerrado, en Brasil, y en otros biomas en todo el planeta. Es ahora cuando nos damos cuenta de que el equilibrio hídrico y, en parte, el equilibrio del carbono, absolutamente indispensable para la vida, dependen de la existencia de bosques extensos y ricos en biodiversidad – como los que la Tierra creó y ofreció como parte esencial del ambiente necesario para la vida.
Necesidad de abordar otros desequilibrios
Un significativo consenso científico reconoce que la destrucción de los bosques y la agresión general a los biomas no fueron causadas por el aumento de la cantidad de personas en el planeta.
Es claro que eso cuenta, pero la causa profunda radica en la forma en la que el propio aumento de la población fue enmarcada por los intereses de quienes se apropiaron de la producción y distribución de los bienes necesarios para la vida de las personas amontonadas en las ciudades: una oportunidad para aumentar la explotación del trabajo, ahora asalariado, rebajado por la existencia de una creciente reserva de trabajadores, cada vez más sobrantes, y para aumentar la venta de mercancías, una vez que las personas perdieron contacto con la tierra y, por lo tanto, disminuyeron su autonomía.
Con el avance del proceso capitalista, todo se va transformando en propiedad privada y en mercancía, incluso las instituciones estatales, subordinadas y al servicio del crecimiento económico sin fin comandado por empresas cada vez más grandes y más poderosas. Y recientemente, por empresas de especulación financiera, ya que tan sólo 28 grandes bancos transnacionales controlan la moneda en el planeta[5].
Para un crecimiento económico sin fin y con velocidad cada vez mayor, se necesitaría un planeta infinito. Pero es finito, y es debido a esto que la dominación y la imposición de esta forma de pensar la producción, las ventas y la vida, comandada por la especulación, no sólo condujeron a la apropiación privada del conocimiento y tecnologías, sino también los frutos de su aplicación.
El descubrimiento y el uso de fuentes de energía fósiles cada vez más intensivos es una de las mayores expresiones de este proceso de dominación y explotación de las fuerzas y bienes de la Tierra para concentrar la riqueza y poder para explotar a los propios seres humanos.
Sumado todo, llegamos a lo que provocó la emisión de cantidades absurdas de dióxido de carbono equivalente en la atmósfera y, consecuentemente, al progresivo calentamiento del planeta, además porque, en el mismo proceso, se registra la destrucción de bosques, la afección del equilibrio de los océanos, la extracción de inmensas cantidades de minerales, la invención de motores movidos por combustibles fósiles, el aumento de la cantidad de ganado, la imposición de la agricultura química y llena de venenos del agronegocio, los agrocombustibles, etc.