Por Ivo Poletto, ALAI AMLATINA, 23 de octubre de 2015
¿Qué se puede y debe hacer?
Quien oye las invocaciones de Pachamama, Madre Tierra, ya sabe que no se debería repetir en la Amazonía lo que ha sido la norma en las relaciones de los seres humanos con otros biomas. Tener presente la paciente historia de la tierra significa darse cuenta, con alegría y humildad, que la vida humana es un don de la naturaleza, incluso si reconocemos la presencia del Espíritu de Dios en el proceso.
Con diferentes imágenes y mitos de origen, los pueblos se reconocen arcilla y aliento divino[1]. Su existencia en este planeta fue precedida por un increíble proceso creativo, que se expresa en la espectacular biodiversidad, en los mares, en los manantiales de agua dulce, en el suelo y subsuelo, en las diferentes capas vegetales[2].
Pues bien, quien se da el tiempo y el placer de dialogar con la tierra, escucha de ella la advertencia de que no tendrá condiciones de garantizar un ambiente favorable para la vida si los biomas fueren sistemáticamente modificados e incluso destruidos. Los territorios de los biomas son diferentes fuentes de vida, aunque en condiciones muy diferenciadas.
Para dar un ejemplo, no pasa de ser una forma irresponsable y casi absurda de ser y actuar lo que se ha hecho de los biomas de la Mata Atlántica y el Cerrado, en Brasil. ¿Cómo puede mantenerse la Tierra en equilibrio si el 94% de la capa vegetal, y junto con ella, toda la biodiversidad existente en la Mata Atlántica, ha sido modificada y herida?
¿Cómo puede la Tierra mantener el Cerrado como el bioma de las aguas, del abastecimiento de los acuíferos, si en tan sólo 30 años fue destruida más del 80% de su capa vegetal, y por eso, las profundas raíces de los árboles y la biodiversidad típica de este bioma fueron extirpados de este territorio?
Quien dialoga con la Tierra y con los pueblos que conviven con ella desde hace miles de años, respeta su sabiduría y reconoce que no se puede seguir agrediendo biomas creados por la Tierra. Y quien percibe que, incluso tardíamente, las investigaciones científicas sobre el “estado de salud” de la Tierra[3] confirman la sabiduría y los llamados proféticos de los pueblos originarios exigiendo cambios en el modo de ser de los que buscan riqueza a cualquier precio, sabe lo que debe hacer en la Amazonía – que es el bioma sobre el cual se reflexiona en este artículo.
No más deforestación de la selva amazónica, asumiendo prácticas y políticas de “deforestación cero”. Esto significa dejar de ver la selva como una oportunidad de negocios, e igualmente el suelo amazónico sin árboles como oportunidad de más negocios.
Basta de implantar el falso y concentrador “progreso económico” del modelo del agronegocio, que ve a los bosques y los pueblos de la selva como obstáculos a su expansión. Significa aprender a vivir atendiendo las necesidades reales de una vida dignamente humana con iniciativas de convivencia, de diálogo y cuidado de los bienes que la Tierra creó para todos los seres vivos.
No más agresión a los ríos de este bioma de aguas, aguas necesarias para ser Amazonía. En lugar de las ecológica y socialmente destructoras hidroeléctricas, producir la energía realmente necesaria para una vida dignamente humana con el uso de otras fuentes, como el sol y los vientos. En lugar de pesca predatoria, la defensa de los lagos-santuario, destinados a la reproducción de los peces.